jueves, 21 de abril de 2016

Género discursivo especializado: El Ensayo

El ensayo: una escritura que produce ideas.

Acerca de un modo de relación entre escritura y subjetividad



Oscar D. Amaya


Toda obra es un viaje, un trayecto,
pero que sólo recorre tal o cual camino exterior
en virtud de los caminos interiores que la componen,
que constituyen su paisaje o su concierto
Gilles Deleuze

Lo nuevo no está en lo que se dice,

sino en el acontecimiento de su retorno

Michel Foucault

 

Este género discursivo requiere que el cursante produzca una reflexión escrita en forma de prosa, caracterizada como ensayo, en términos de una interpretación acerca de las diversas temáticas abordadas con los docentes, a partir de la constitución de un punto de vista personal propio respecto de los problemas inherentes a ellas. Se trata de una producción escrita que debe ahondar en una implicación subjetiva del cursante.


La escritura del ensayo: una caracterización del proceso del pensar en el acto de una práctica escrituraria como autoría.

Para mí, la máxima claridad en la expresión
es una cuestión de ética, de respeto hacia aquel
a quien me dirijo: es el modo en que lo coloco
en el mismo plano que yo, que le permito
responder y por lo tanto convertirse en sujeto
de la palabra con el mismo derecho que yo
T. Todorov

La enciclopedia define al ensayo como un escrito breve sobre una materia. El acto de llevarlo a cabo, el ensayar remite a probar, reconocer algo antes de usarlo. (¿sentir un sabor? ¿sentir que se sabe?) Respecto del término probar, remite a “hacer una cosa para ejecutarla mejor después”. Otra definición de este género afirma que se trata de una “literatura de ideas". Resulta pertinente entonces, formular la siguiente pregunta: ¿qué se ensaya en un ensayo? Quizás saber lo que se piensa acerca de algo: la búsqueda de un planteamiento personal por parte del cursante, de carácter creativo y con la utilización de recursos expresivos pertinentes al género.

El ensayo se encuentra en la frontera de dos dimensiones: la de la exposición-argumentación y la de la literatura, y hace excursiones de la una a la otra. No se escribe un ensayo para dar conocer datos bibliográficos o formulaciones ya dichas (decir el conocimiento), sino para ofrecer reflexiones e implicaciones personales del ensayista a propósito de éstas (transformar el conocimiento).

Ante los temas propuestos por el ensayista, éste debe poder organizarse para insinuar un pensar personal o una interpretación que crea novedosa, o bien para proponer una reevaluación de sus conocimientos a partir de una interpretación, una experiencia o un posicionamiento desde su identidad profesional. Una vez abierta la brecha y tendido el puente de sus interpretaciones, el ensayista, como creador, puede dejar a colegas noveles o experimentados el establecer la legitimidad de lo propuesto, sin renunciar él mismo a continuarlo en otra ocasión.

Es por ello que el ensayo no se define únicamente por el objeto de conocimiento sobre el cual se escribe, sino por  la actitud del escritor ante este objeto, actitud que puede tomar la forma de una hipótesis, una aproximación, o una idea que se ensaya. Se trata de un género de escritura producto de meditaciones y reflexiones que no se expanden ni culminan sino a través del acto de escribir: lo esencial es su sentido de exploración, su audacia y originalidad, es decir, una escritura como acción y efecto de la aventura del pensamiento.

Dentro de los diversos tipos de ensayo existentes, uno corresponde al ensayo crítico. Una de las fronteras entre ciencia y literatura se encuentra en el ensayo: se lo ha llamado género "literario-científico o disciplinar" porque parte del razonamiento desde un campo disciplinar y de la imaginación creativa. La creación científica arraiga, como la literaria, en la capacidad imaginativa, ésta no se puede ignorar totalmente; sin embargo no se aparta de la naturaleza del objeto de conocimiento que se está indagando. El ensayo comparte con el  pensamiento y la investigación científica uno de sus propósitos esenciales: la exploración a fondo de su objeto de investigación, el aproximarse a la "naturaleza" de los fenómenos considerados. Y comparte con el creación estética (búsqueda de una forma) la originalidad, la intensidad y la belleza expresiva, emanadas del trabajo inherente a esta búsqueda.

Según la intención comunicativa del autor, los ensayos se pueden clasificar en expositivos, argumentativos, críticos o literarios:

El ensayo expositivo, como su nombre lo indica, expone ideas sobre un tema, presentando información alrededor del mismo y matizando esta información con las interpretaciones del autor y opiniones personales pertinentes alrededor del tema en cuestión.
El ensayo argumentativo tiene como propósito defender una tesis con argumentos que pueden basarse en citas o referencias, datos concretos de experiencias investigativas, alusiones a modelos teóricos o fundamentos epistemológicos, por ejemplo.
El ensayo crítico caracteriza y analiza un hecho, fenómeno, obra o situación, emitiendo juicios o interpretaciones ponderadas por el autor. El ensayo literario expresa la sensibilidad de su autor, utilizando el lenguaje poético.
Se sugiere que el cursante explore no una, sino varias intenciones comunicativas: que pueda exponer ciertos aspectos de su especialidad, o de la escritura de la práctica, pero que logre adoptar una posición personal en torno a estas temáticas.


Partes de un ensayo

Si bien se trata de un género no fuertemente estructurado, se sugiere en las primeras experiencias de escritura observar los siguientes pasos, característicos de otros géneros como la monografía o el informe bibliográfico, entre otros. Aunque cabe una salvedad importante: en el ensayo el proceso no necesariamente se refleja en el producto. Es decir, la escritura comienza por un lugar incierto, no necesariamente decidido por el ensayista. A menudo la introducción es lo último que se escribe, y no resulta poco frecuente formular en primer término algo del orden de la conclusión.
Planteamiento inicial: Es una de las partes fundamentales del ensayo, pues intenta poder situar al lector acerca de los propósitos que llevará a cabo el cursante a través de su escritura. Se puede llevar a cabo a partir de una opinión, una pregunta, de una hipótesis o una narración metafórica o biográfica.

Desarrollo: tiene que ver con el proceso expositivo, argumentativo y/o deliberativo de las ideas principales, secundarias y periféricas, las cuales, acompañadas de citas, ejemplos, pruebas y/o registros, lograrán sustentar los propósitos principales del ensayo.

Cierre provisoriosintetiza la tesis o las ideas centrales del ensayo, los contenidos desarrollados y elementos de juicio de valoración sobre el trabajo de interpretación realizado y su proceso de elaboración, señalando alcances y limitaciones. Se sugiere la posibilidad de producir implicaciones acerca de lo llevado a cabo o el intento de elaborar nuevos interrogantes.


Estilo

En el ensayo no hay en realidad un estilo definido, sino muchos, según el carácter del autor. Por eso es complejo de lograr, ya que se trata de plasmar una voz personal, construir desde la propia subjetividad el sentido de autoría, que en el ensayo se constituye en su enunciación. El autor habla por su voz, pero otras voces “institucionales” pugnan por anunciarse, ello torna al ensayo como una polifonía del discurso, un hilado de voces en el que el autor no debe perder la suya, para permitir la presentación de su pensamiento a través de la escritura ensayística.

El delineamiento de un estilo debe, sin embargo, intentar alcanzar una condición esencial de toda producción escrita: la claridad de expresión y transparencia que permita al lector una mayor comprensión de la autenticidad del pensamiento plasmado por el  autor como ensayista. El autor debe ensayar un rasgo de carácter lúdico, es decir, constituirse en un todo agradable, pausado, atractivo, y libertario. De esta forma, el ensayo podrá interesar al lector.

Un buen ensayo, con relación a las reglas estilísticas, debería alcanzar:

Concisión y claridad: todo ensayo se encuentra delimitado y jerarquizado en sus componentes y en sus contenidos. Es necesario clasificar y trabajar las dominaciones jerárquicas del texto para que sea claro y preciso. Por otra parte, si existen muchas ideas, el texto se vuelve confuso; el ensayo debe ser claro para que el pensamiento del que escribe, penetre sin gran esfuerzo en la mente del lector.

 Precisión: Es necesario utilizar términos precisos y no ambiguos. Muchos escritores nóveles creen que utilizando palabras técnicas rebuscadas o sinónimos solucionan este problema, olvidando que éstos no poseen igual significado, pues dependen del contexto y la disciplina científica de la que se trate.

  Coherencia: La dirección y la unidad se encuentran determinados en gran medida por la articulación lógica que se le otorgue a las oraciones y a los párrafos. El ensayo debe tener como mínimo dos planos básicos; el plano del contenido y el de su expresión lingüística: los conceptos a través de sintagmas, las proposiciones por oraciones, los subtemas por párrafos y los temas por parágrafos anunciados por subtítulos.

Consistencia: Un ensayo adquiere consistencia en su cuerpo cuando al presentar las exposiciones o argumentaciones, no admite contradicciones internas entre sus partes constituyentes, originando de esta forma que el texto sea fluído, claro y preciso.

Sustento: en los ensayos de corte argumentativo, las hipótesis y tesis principales deben ser desarrolladas con profundidad en sus argumentos, a diferencia del ensayo expositivo, que es de carácter esquemático, pues solo describe con evidencias simples que muchas veces no requieren de procesos de confrontación teórica o de demostraciones experimentales.


Finalidad

El ensayo puede actuar a la manera de un motor de reflexión, generador de dudas y de interrogantes, constituirse en un procedimiento productor de ideas nuevas. El ensayo se constituyó como un intento destinado a diluir los designios de las lógicas aristotélicas, para en cambio introducir al ensayista al mundo de la lógica borrosa, donde no sólo pueda hablarse de una verdad o una falsedad, sino de una posibilidad, una incertidumbre o una pregunta.

Con las respuestas a veces se corre el riesgo de clausurar una indagación, por eso es importante ejercer la disciplina de dejar de reaccionar, de responder conceptualmente o con creencias, frente a la angustia que despierta lo incierto en un interrogante. La pregunta produce desasosiego, suspensión, interpela a la búsqueda y no requiere apaciguar prontamente la incertidumbre, sino intentar transitarla.

Esta manera de afrontar la pregunta sin silenciarla con respuestas, característica del género ensayo, permite sentir la ignorancia, soportar el no saber y aprender el significado instituyente que hay en ese sentir, que habla del misterio del desconocer y de preguntarse por lo desconocido, inherente a la condición humana, y constituye una manera que permite sentir el abandono que esto produce, abandono que no se resuelve con racionalizaciones, con respuestas cabales o tranquilizadoras.

Esta experiencia de escritura, propone aventurarse en una hipótesis: producir una escritura ensayística como una manera de recuperar la capacidad de curiosidad y asombro que alguna vez, en un pasado -remoto en ocasiones- toda persona supimos desarrollar en su pasado. La adultez cancela muchas veces la osadía que posee la infancia. Los niños en cambio, se atreven a quedar en la intemperie, a soportar los enigmas impuestos por una realidad que, rompiendo su cascarón de docilidad aparente, se planta ante ellos revulsiva, irreductible, misteriosa y desafiante. La infancia emerge como un momento vital que asume la responsabilidad de preguntar. El ensayo, como escritura implicada subjetivamente, puede proponerse recuperar esa potencia.

Sin embargo, para escribir un buen ensayo, no solo se requieren ideas, preguntas, búsquedas, sino una alta dosis de lectura pertinente, para poder escribir al respecto. La inspiración para el ensayo no surge de la nada, surge de la experiencia lectora y escritora que se tenga.

En síntesis, un buen ensayo, es como una buena pintura: las frases al igual que los colores, se deben combinar de una forma pertinente. La armonía resultante de esta mezcla es el gran secreto de los ensayistas; pero no basta con que las ideas de un ensayo sean armoniosas, deben ser además como los elementos de un cuadro, es decir, vivos y estéticos, para que puedan mostrar las reflexiones o las tesis confrontadas de una forma cautivante y atrayente.


              ¿De dónde viene ese afán de preguntar, esa gran dignidad que se concede a  la pregunta? 
Preguntar es buscar, y buscar es buscar radicalmente, ir al fondo, sondear,  trabajar el fondo y, 
                        en última instancia, arrancar. Ese arrancamiento que contiene la raíz es la labor de la pregunta. 
                 Freud dice, más o menos, que todas las preguntas que hacen los niños a diestra y siniestra, 
les sirven de sustitutos de la que no hacen, esto es, la pregunta del origen. 
Asimismo, nos interrogamos sobre todo, con el fin de mantener en movimiento la pasión de la pregunta Interrogar, entonces, consiste  en ponerse en la imposibilidad de preguntar por medio de preguntas parciales.
La pregunta es el deseo del pensamiento. (...) es el llamado a saltar, que no se deja retener en un resultado.

Maurice Blanchot




Bibliografía consultada

Alvarado, M.; Cortés, M. (2008) “La escritura en la Universidad. Repetir o transformar”, En: Cano et als. (2008) Ensayo y error. “El ensayo en el taller de escritura. Buenos Aires, EUDEBA
Bajtín, Mijail. (1995) Estética de la creación verbal. México, Siglo XXI.
Bourdieu, P. ¿Qué significa hablar?
Carli, S. Educación, política y subjetividad, en: Frigerio, G.; Diker, G. Educar: ese acto político. Del estante editorial, Bs. As.
Cohen, E. (1998) “Genealogía del concepto de subjetividad”, en Percia, M. (1998) Ensayo y subjetividad. Buenos Aires, EUDEBA.
Crespi, Franco. (1997) Acontecimiento y estructura. Buenos Aires, Nueva Visión.
Ranciére, Jacques (2007) El maestro ignorante. Buenos Aires, Libros del Zorzal.
Ricoeur, Paul. (2004) La memoria, la historia, el olvido, FCE.
Ricoeur, Paul. (1999) Tiempo y narración, Vol. I y III, Madrid, Siglo XXI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario