Ciudades:
tierra de todos
Saskia Sassen, socióloga de la Universidad de Chicago, sostiene que la globalización se entiende cuando se estudia a las ciudades y a su gente.
Saskia Sassen, socióloga de la Universidad de Chicago, sostiene que la globalización se entiende cuando se estudia a las ciudades y a su gente.
¿Por qué para analizar la globalización hizo foco
en las ciudades?
Porque el de la ciudad es un ambiente espeso, complejo, un poco anárquico en el que se encuentran toda una serie de indicios de la globalización que no vería si me fijara
Porque el de la ciudad es un ambiente espeso, complejo, un poco anárquico en el que se encuentran toda una serie de indicios de la globalización que no vería si me fijara
simplemente en el FMI,
la Organización Internacional de Comercio o los mercados financieros. A mí me
interesa ver cuando la globalización aterriza (como cuando el Fondo llega a un
país y hace desastres) y la realidad se vuelve compleja porque hay resistencias
y fricciones.
Usted escribió que son los ciudadanos los que modifican a sus ciudades, cuando la experiencia de millones de personas indica lo contrario.
Lo que quise decir es que no es sólo aquella persona u organismo que tiene poder el que genera transformaciones. Que también los sin poder hacen Historia, aunque de manera distinta que una gran empresa que empieza a construir edificios. Me gusta ir a la ciudad, porque allí entiendo el poder de la globalización al mismo tiempo que la complejidad de los que sin poder resisten y cambian la trayectoria de ese poder.
Habla del poder como algo abstracto, ¿por qué en sus libros identifica al poder con personas concretas.
Porque el capital globalizado, en un momento de su trayectoria encarna en hombres y mujeres que proyectan sus demandas sobre el espacio urbano. Para las personas de los negocios internacionales, la ciudad está formada por aeropuertos, tiendas, hoteles y restaurantes exclusivos. Esas zonas de glamour urbano tornan muy visible al capital global y permiten pelearlo.
¿Qué actores lo enfrentan?
Es un actor amalgamado que reúne a toda una serie de desventajados: desde la vieja clase media y media baja, hasta una amplia población de otros: inmigrantes, mujeres o desocupados, con una conciencia global que les permite compartir sus experiencias con grupos similares del resto del mundo. Ya no es la clase trabajadora sindicalizada de los 50, que expresaba demandas colectivas que iban desde exigencias salariales, hasta de transportes, viviendas u hospitales.
Usted escribió que son los ciudadanos los que modifican a sus ciudades, cuando la experiencia de millones de personas indica lo contrario.
Lo que quise decir es que no es sólo aquella persona u organismo que tiene poder el que genera transformaciones. Que también los sin poder hacen Historia, aunque de manera distinta que una gran empresa que empieza a construir edificios. Me gusta ir a la ciudad, porque allí entiendo el poder de la globalización al mismo tiempo que la complejidad de los que sin poder resisten y cambian la trayectoria de ese poder.
Habla del poder como algo abstracto, ¿por qué en sus libros identifica al poder con personas concretas.
Porque el capital globalizado, en un momento de su trayectoria encarna en hombres y mujeres que proyectan sus demandas sobre el espacio urbano. Para las personas de los negocios internacionales, la ciudad está formada por aeropuertos, tiendas, hoteles y restaurantes exclusivos. Esas zonas de glamour urbano tornan muy visible al capital global y permiten pelearlo.
¿Qué actores lo enfrentan?
Es un actor amalgamado que reúne a toda una serie de desventajados: desde la vieja clase media y media baja, hasta una amplia población de otros: inmigrantes, mujeres o desocupados, con una conciencia global que les permite compartir sus experiencias con grupos similares del resto del mundo. Ya no es la clase trabajadora sindicalizada de los 50, que expresaba demandas colectivas que iban desde exigencias salariales, hasta de transportes, viviendas u hospitales.
La ciudad debe tener
marcas de esa tensión entre poderosos y desventajados.
Sí. Creo que la transformación más importante que estamos viendo es el desplazamiento brutal de sectores tradicionales de pequeños negocios, empresas y oficinas...
El espacio clásico de la clase media...
Y de la clase media baja, que no pueden competir con la expansión brutal de los grandes capitales, donde los diseñadores, arquitectos e ingenieros (que tendemos a ignorar, pero aconsejan la compra de tal tipo de autobús o el emplazamiento de tal avenida) juegan un rol muy importante.
¿Dónde se ve esa influencia?
Se ve en todas las grandes ciudades donde ciertos barrios se revalorizan e integran al circuito de consumo de lujo echando con violencia a sus moradores históricos. En Nueva York esto fue tan feroz que dejó a 150 mil personas en la calle. Es cierto que la nueva arquitectura se ve muy linda, pero tiene que quedar muy claro que esa irrupción de actores poderosos en el espacio urbano ejerce también una gran violencia sobre la ciudad, aunque use modalidades distintas que las de las bandas criminales o los grupos políticos vandálicos.
Del conflicto, ¿surge quién es el verdadero dueño de la ciudad?
Yo observé algo interesante: las clases medias, con un fuerte sentimiento de pertenencia, empezaron a verse desplazadas en los 90. Ya en el 2000, muchos movimientos (como en la Argentina piquetes y cacerolazos) hacen una especie de acto político y cultural de la consigna Esta ciudad también es mía, sin importar cuán bello es ese gran edificio nuevo que desplazó al bar al que solía ir.
Ese arraigo a una ciudad, ¿está reemplazando al nacionalismo?
De las muchas geografías a través de las cuales nos identificamos hoy, la que emerge muy fuertemente es la ciudad. Y eso por varios motivos. Por un lado, las ciudades son el terreno donde es más probable que se encuentren personas de muchos países. El carácter internacional que tienen las grandes ciudades se debe también a la gran diversidad de culturas cuyos miembros suelen ser tan cosmopolitas como sus elites. Y si esas culturas estaban radicadas tradicionalmente en un país o un pueblo ahora están reterritorializadas, reubicadas en lugares como Tokio, París, Londres o Nueva York.
¿La ciudad no deja ver al país?
Lo que ocurre en realidad es que el Estado Nacional pierde autoridad y el espacio urbano se vuelve un espacio para la práctica política (para el reclamo de mejores servicios públicos, por ejemplo), pero también para la expresión de la identidad.
¿Por qué esa expresión de identidad se arraiga a la ciudad y al mundo a la vez?
Eso se vio, por ejemplo, con la campaña contra la lapidación de mujeres en Nigeria, la oposición a la Guerra de Irak o las campañas contra las farmacéuticas por los remedios contra el sida. Estamos viendo cómo aparece en el imaginario el reconocimiento de que no estamos solos. Hasta la gente que no viaja, ni usa Internet tiene acceso a la idea de una globalidad horizontal.
¿Horizontal?
Sí, porque saben que en otras ciudades del mundo hay luchas similares. Es una geografía emergente, una especie de globalidad que quiere permanecer inspirada por lo local y que, a la vez, se reconoce en otras partes del mundo. Es una nueva fase del internacionalismo.
Sí. Creo que la transformación más importante que estamos viendo es el desplazamiento brutal de sectores tradicionales de pequeños negocios, empresas y oficinas...
El espacio clásico de la clase media...
Y de la clase media baja, que no pueden competir con la expansión brutal de los grandes capitales, donde los diseñadores, arquitectos e ingenieros (que tendemos a ignorar, pero aconsejan la compra de tal tipo de autobús o el emplazamiento de tal avenida) juegan un rol muy importante.
¿Dónde se ve esa influencia?
Se ve en todas las grandes ciudades donde ciertos barrios se revalorizan e integran al circuito de consumo de lujo echando con violencia a sus moradores históricos. En Nueva York esto fue tan feroz que dejó a 150 mil personas en la calle. Es cierto que la nueva arquitectura se ve muy linda, pero tiene que quedar muy claro que esa irrupción de actores poderosos en el espacio urbano ejerce también una gran violencia sobre la ciudad, aunque use modalidades distintas que las de las bandas criminales o los grupos políticos vandálicos.
Del conflicto, ¿surge quién es el verdadero dueño de la ciudad?
Yo observé algo interesante: las clases medias, con un fuerte sentimiento de pertenencia, empezaron a verse desplazadas en los 90. Ya en el 2000, muchos movimientos (como en la Argentina piquetes y cacerolazos) hacen una especie de acto político y cultural de la consigna Esta ciudad también es mía, sin importar cuán bello es ese gran edificio nuevo que desplazó al bar al que solía ir.
Ese arraigo a una ciudad, ¿está reemplazando al nacionalismo?
De las muchas geografías a través de las cuales nos identificamos hoy, la que emerge muy fuertemente es la ciudad. Y eso por varios motivos. Por un lado, las ciudades son el terreno donde es más probable que se encuentren personas de muchos países. El carácter internacional que tienen las grandes ciudades se debe también a la gran diversidad de culturas cuyos miembros suelen ser tan cosmopolitas como sus elites. Y si esas culturas estaban radicadas tradicionalmente en un país o un pueblo ahora están reterritorializadas, reubicadas en lugares como Tokio, París, Londres o Nueva York.
¿La ciudad no deja ver al país?
Lo que ocurre en realidad es que el Estado Nacional pierde autoridad y el espacio urbano se vuelve un espacio para la práctica política (para el reclamo de mejores servicios públicos, por ejemplo), pero también para la expresión de la identidad.
¿Por qué esa expresión de identidad se arraiga a la ciudad y al mundo a la vez?
Eso se vio, por ejemplo, con la campaña contra la lapidación de mujeres en Nigeria, la oposición a la Guerra de Irak o las campañas contra las farmacéuticas por los remedios contra el sida. Estamos viendo cómo aparece en el imaginario el reconocimiento de que no estamos solos. Hasta la gente que no viaja, ni usa Internet tiene acceso a la idea de una globalidad horizontal.
¿Horizontal?
Sí, porque saben que en otras ciudades del mundo hay luchas similares. Es una geografía emergente, una especie de globalidad que quiere permanecer inspirada por lo local y que, a la vez, se reconoce en otras partes del mundo. Es una nueva fase del internacionalismo.
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