COMUNICAR EL QUEHACER PROFESIONAL: EL INFORME DE
CASO. PASOS HACIA UNA PROSA CIENTÍFICA
Oscar D. Amaya
Generar un texto significa aplicar una estrategia que
incluye las previsiones de los movimientos del otro;
como ocurre, por lo demás, en toda estrategia.
Umberto Eco
La prosa, como una sopa, debe estar hecha de varios ingredientes
Witold Gombrowicz
La práctica profesional
posee entre otras incumbencias la necesidad de ser comunicada. Es este uno de
los desempeños que suscita numerosos problemas a la hora de plasmar por escrito
-la mayoría de las veces- o en forma oral, las puntuaciones y conclusiones
referidas a los quehaceres del trabajo especializado.
El registro de los
momentos significativos de las sesiones de trabajo, las notas tomadas luego de
que el consultante o colega se retiran de una reunión, las reflexiones y
preguntas que se suscitan en el profesional tanto en el espacio de reunión como
producto de la reflexión personal, los informes de un colega, y por supuesto el
material gráfico y discursivo producido, constituyen los “papeles de trabajo
indispensables” que se deberán utilizar a fin no sólo de interpretar los
indicadores allí presentes, sino de elaborar los informes que usualmente son
solicitados por las distintas instituciones, empresas o profesionales de
diversas áreas por las que el profesional transita.
El propósito del
presente artículo se dirige a mostrar las etapas del proceso de escritura
del informe de caso, pensado como una práctica discursiva
específica que demanda la atención tanto de las leyes que la organizan
como de los segmentos textuales que la componen, así como sus ejes
estructurantes.
Acercándose a un
terreno sinuoso
El proceso de la escritura es difícil
de accionar, como todas las máquinas
Daniel Cassany.
El desafío que se debe
asumir a la hora de elaborar un informe de caso es poder lograr una producción
escrita cuya discursividad alcance las condiciones necesarias para comunicar
eficazmente aquello por lo cual el profesional es consultado o interpelado, esto
es, una producción que transmita conocimientos especializados que emerjan de su
trabajo y que se objetiven en una prosa clara, rigurosa y sistemática, y que
por ello resulte de utilidad e incida significativamente en los destinatarios,
es decir, en aquellos actores sociales cuyas prácticas los vinculen a sus
demandantes.
Es habitual encontrar
informes de diversas disciplinas que presentan dificultades en la organización
del contenido, problemas de estilo y sobre todo, falta de adecuación al
destinatario. Esta ausencia de competencias de autoría (1)
produce escritos confusos, ambiguos y de difícil lectura, que irremediablemente
suscitan diversas interpretaciones de su contenido, muchas veces erróneas y
otras, no deseadas. Este hecho constituye un problema de cuidado para el
desempeño del profesional, ya que un informe que no reúna las condiciones de
claridad, precisión y coherencia, conducirá a la imposibilidad de transmitir
tipos particulares de propuestas, a fin de que puedan ser reconstruidas por el
o los destinatarios, algo que les permitirá formar juicios acordes a las
posibilidades y dificultades de la labor a llevar a cabo (objeto del informe) y
a las condiciones del abordaje que se requiera.
El informe impele al
profesional reconsiderar el trabajo efectuado o a efectuarse, tarea que implica
un distanciamiento del mismo, es decir, a partir de la
implicación subjetiva que suscita cada labor que se aborda, en la elaboración
del informe se deberá asumir una posición crítica (2), tanto
frente a la dirección llevada a cabo en el proceso de proyecto o trabajo, como
al mismo informe. Este posicionamiento obedece a la necesidad de asumir que la
tarea de elaboración escrita es independiente tanto de las
intervenciones, como de la elaboración de las hipótesis de trabajo, porque
posee características diferentes.
Un informe no es la
labor misma, no constituye una “depuración de todo aquello que podemos llegar a
conocer acerca de una problemática” (Klopfer, 1980) sino “su expresión, su
representación con fines comunicativos, una reconstrucción que poco
tiene que ver con la idea de decir las cosas exactamente como han sucedido”
(Moyano, 2000) a lo largo de la labor llevada a cabo o a efectuarse, ya que,
como se verá más adelante, todo informe adopta formatos diferentes según sea su
intención y su destinatario.
Esta tarea de
elaboración podría enmarcarse en lo que los modelos cognitivos de la escritura
denominan escritura en proceso (3): el trabajo de escritura no
se inicia con la redacción, sino que comienza con una cuidadosa consideración
de la tarea que se emprende, continúa con una búsqueda de los recursos más
adecuados para llevarla a cabo, y finaliza cuando, mediante ajustes y
reformulaciones, el texto satisfaga los requerimientos del género discursivo, y por lo tanto, alcance el propósito trazado por
el profesional en tanto autor.
Este modelo establece
una analogía entre la comunicación escrita y un territorio, que se
presenta extenso y desconocido, un espacio que está habitado por una parte por
el autor, con sus ideas, su propósito y por otra por el lector, con sus
expectativas y saberes. En este territorio no se trata de hacer lo que se
desea –no existe aquí el libre albedrío- sino que el autor, antes de
comenzar su escritura debe explorar el terreno: “tienes que conocer las leyes
del territorio antes de empezar a escribir el texto”, afirma Flower. La metáfora
viva del territorio es interesante, ya que permite pensar en un
proceso que intenta atrapar “algo que se resiste a permanecer quieto para un
retrato” (4). De lo que se trata ese algo en el caso que nos ocupa,
es de un requerimiento de nuestra mirada especializada.
Las leyes de un territorio
llamado informe de caso
A partir de lo ya
expuesto, se puede entonces pensar el informe a elaborar -del mismo modo que
con toda escritura especializada- como un territorio textual regido
por tres leyes principales, que deben ser observadas si se pretende producir
una comunicación eficaz con los destinatarios. Estas leyes
emergen como respuestas posibles a tres preguntas:
1) ¿qué propósito se
persigue al informar?,
2) ¿a quién se le está
informando?,
3) ¿qué se quiere
informar y cómo?
Analicemos con cuidado
cada uno de estos interrogantes.
1) Intención global
del informe clínico (¿qué propósito se persigue al informar?)
Es preciso que sepa que quiero que hagan con mi texto
D. Cassany
El informe debe ser
producto de una intención tendiente a provocar un determinado efecto en
el destinatario, ya sea éste un colega o una institución. Tanto como producto
de una solicitud o por decisión personal, es el profesional quien deberá
imprimirle al informe la finalidad perseguida al comunicar su
intervención profesional. Esto implica asumir una actitud frente a lo que se
dice, ya que en este documento queda expresada la posición del profesional con
respecto a lo que le acontece en su desempeño. Se ejerce así una
cierta fuerza discursiva (5) sobre el destinatario, puesto que
se lo conduce a través de razonamientos, mediante explicaciones y
argumentaciones, hacia un determinado propósito.
2) Adecuación al
destinatario (¿a
quién se le está informando?)
Los buenos escritores saber convertir la prosa de escritor
(ideas privadas) en la prosa de lector (expresión pública)
L. Flower
El informe debe
constituirse en una guía para el destinatario. Para que ello ocurra, la
operación discursiva debe estar orientada hacia él. En el acto de lectura, es
el destinatario quien construye el significado en interacción con el contenido,
sobre la base de su conocimiento del tema en cuestión, su formación técnica o
académica, y su competencia en las convenciones lingüísticas y textuales.
Al elaborar un informe,
el profesional debe saber qué términos técnicos pueden ser usados porque serán
compartidos con el destinatario y cuáles son los que, en cambio, se deben
definir para evitar distorsiones o lagunas en su interpretación, sobre todo en
aquellos vocablos técnicos que varíen su sentido según el marco teórico o
técnico en que se utilicen. Deben evitarse tanto las presuposiciones,
es decir, dar por supuesta información que en realidad no resulta obvia para el
destinatario con respecto al asunto, como la excesiva redundancia,
esto es, abundar, recalcar y extenderse sobre datos o informaciones que él ya
posee. Sus saberes explícitos e implícitos deben ser, en lo posible, previstos
por el profesional y reflejados en el informe. Una excesiva tecnificación del
texto no sólo confunde al lector, sino que generalmente anula la posibilidad
de que éste se sienta contenido en la comunicación.
Si un demandante no
comprende lo que el informe explica, pensará en la inutilidad del mismo y no en
la labor que se lleva a cabo o se intenta realizar. Asimismo, si existe una
intención manifiesta u oculta del profesional de impresionar al destinatario en
algún sentido, producir un ejercicio intelectual de corte narcisista o
establecer una suerte de match de conocimientos, también la
comunicación sufrirá una fuerte distorsión, en la que el objeto de la
comunicación quedará desplazado.
Es claro entonces, que
a través del informe se explicita la relación que se ha decidido establecer con
el destinatario, que debe estar dirigida a orientarlo para comprender las
aseveraciones que allí se sostienen, a compartir los puntos de vista
presentados y, por sobre todo, las conclusiones a las que el profesional ha
arribado.
3) Definición y
organización del contenido (¿qué se quiere informar y cómo?)
No sería demasiado difícil escribir
si no se tuviera que pensar tanto antes.
Puig I Ferreter
En la comunidad
científica circulan una variedad de géneros discursivos (6)
que se organizan bajo normas que regulan la producción escrita, lo que permite
la construcción de textos adecuados en términos de contenidos y finalidades de
comunicación. Los destinatarios, al recibir un informe especializado,
anticipan una forma y un contenido específicos en la comunicación escrita
establecida, ya que el informe constituye un género vinculado al campo
científico especializado, que circula en diferentes ámbitos
especializados (urbanístico, jurídico, pedagógico, médico, etc.). Y se lo
caracteriza como género especializado, pues se refiere a saberes o
conocimientos acerca de una determinada realidad construidos por una
disciplina, es decir, una práctica social específica y diferenciada.
Es aconsejable
construir previamente un esquema de contenido que refleje un
nexo lógico entre las ideas, su orden y relación jerárquica. Este esquema
permitirá clarificar y ordenar el pensamiento del profesional que antecede al
proceso de redacción, lo que incluye otorgar adecuada extensión a los
diferentes contenidos que se desean comunicar. Proceder “dibujando ideas” de
esta manera, producirá un resultado: los primeros intentos por traducir ciertos
aspectos de una experiencia y reflexión a una descripción y explicación científicas
o especializadas. Al respecto, R. Ashby (1965) afirma que toda “máquina” real
contiene un gran número de variables que han de pasarse por alto -salvo unas
pocas- aquellas que el profesional haya decidido resaltar, acordes a la
intención global del informe.
En definitiva, el
informe de caso debe desarrollar una idea central que le otorgue una unidad de
sentido, a partir de la cual se podrán desprender un número acotado de ideas
secundarias. Esto significa que el informe debe poseer una estructura
global (7), en donde se seleccionarán y reelaborarán ciertos aspectos
de la especialidad llevada a cabo, a fin de transformarlos en
parte del contenido de dicho informe. Es por eso que podemos hablar, entonces,
de dos grandes componentes a los que se referirá gran parte del informe: uno
referido a las condiciones en que se realiza la intervención
profesional (contrato, análisis del caso, diagnóstico, procedimiento,
pronóstico) y otro a las características del proceso observado, a
propósito de esas condiciones instauradas (efectos, avances, retrocesos,
observados en el discurrir del proceso de intervención).
Del pensamiento al
acto y del borrador a la versión definitiva. Labrando el territorio
Se define útilmente al escribir como un proceso,
algo que muestra un cambio continuo en el tiempo,
como el crecimiento de la materia orgánica
Gordon Rohman
Llegado el momento de
escribir el informe de caso, es usual no saber por dónde empezar. ¿qué hacer
con toda la información se posee? ¿cómo expresar lo que se piensa? También es
usual tener poco tiempo y muchos borradores, pero las “páginas en blanco” están
allí, esperando. Veamos a continuación los componentes que lo constituyen y su
posible orden de aparición, considerando la plasticidad en la extensión, el
orden y la necesidad o no de la presencia de todos ellos, en función del tipo
de informe del que se trate.
La confección
propiamente dicha del informe debe estar guiada -como ya ha sido dicho- tanto
por los ejes que lo organizan –algo necesario para que se configure como un
todo- sino que debe estar constituido por una serie de partes o segmentos
textuales.
Respecto de los ejes
organizativos estructurantes, el informe puede estar subdividido en áreas de
abordaje, como por ejemplo análisis, diagnóstico de situación, procedimientos y
pronóstico.
Respecto de los
segmentos textuales se deben desarrollar los siguientes:
-narrativos
-descriptivos
-explicativos
-argumentativos
Estos segmentos se
encuentran orientados por distintos propósitos, pero subsumidos al propósito
general, es decir, la intención global comentada en el subtítulo “Las leyes
de un territorio...” Sin embargo, debe notarse que en el informe no se
trata de crear fronteras infranqueables entre los diferentes segmentos como la
descripción y la explicación, o entre ésta y la argumentación. No siempre la
distinción entre -por ejemplo- cómo ocurrieron determinados
hechos y por qué ocurrieron, debe ser tajante. La importancia de
reconocer las diferencias entre estos procedimientos discursivos no debe
olvidar su necesaria complementariedad y tipo de organización en el informe de
caso.
Por último, es
aconsejable incluir un segmento de orientación o sugerencias dirigido a los
destinatarios del informe a fin de incidir, como se ha dicho, en las prácticas
que éstos llevan a cabo con la problemática en la que se ha intervenido:
Queda pendiente ahora,
luego de finalizado el contenido del informe de caso, un aspecto que por
resultar obvio, es pasado a veces por alto –en ocasiones quizás
premeditadamente- debido a la responsabilidad que implica exponer un trabajo
profesional: rubricar con la firma y su aclaración, al autor de dicho informe.
Solo rubricado, sólo cuando el profesional asuma explícitamente su autoría, el
informe estará verdaderamente completo. El autor no debe permanecer agazapado u
oculto tras un sello institucional o los resultados de otros análisis o
intervenciones, debe, por el contrario, individualizarse para sí y para sus
interlocutores, ya que toda escritura es un atrevimiento, en el sentido que postula
o cuestiona un orden del mundo. Y aquí viene a cuento una pregunta de Foucault:
“si un individuo no fuera un autor, ¿se podría decir que es una ‘obra’ lo que
escribió o dijo, lo que dejó en sus papeles, lo que se pudo decir de sus
declaraciones?” (9)
El informe como
territorio, el escritor como terrícola
Para mí escribir es un viaje, una odisea, un descubrimiento,
porque nunca estoy seguro de lo que voy a encontrar
Gabriel Fielding
La compleja tarea de
elaborar un informe no debe ser pensado como un territorio cercado, por el
contrario, se constituye como el inicio de un diálogo vivo y abierto con
nuestros interlocutores, que le otorgarán un sentido a nuestra palabra. Para
generar esta actitud dialogal es preciso que el informe
exprese la voz personal del autor. El lingüista Bajtín señala con justeza que
un texto escrito representa un acto comunicativo con propiedades dialogales que
deviene de otras formas de diálogo, como una conversación, por ejemplo. De esto
se desprende que el informe, como parte de la incumbencia de la especialidad
del profesional, constituye un espacio de extensión de una
intervención de estas características, cuya intencionalidad es constituir
entonces, un espacio dialéctico de cooperación textual, como otra dimensión de
la dirección de las intervenciones llevadas a cabo en las problemáticas
consultadas.
La característica de
este diálogo no debe –en lo posible- limitarse a la comunicación escrita. Si
bien el elemento preponderante de trabajo en la comunicación especializada son
las palabras impresas, la experiencia directa es insustituible. La comunicación
oral reviste un carácter muy importante, ya que los interlocutores podrán
efectuar al profesional las preguntas que se desprendan producto de la
interpretación del informe. Aclaraciones, ratificaciones y el planteamiento de
sus propias ideas, constituyen una dinámica difícil de alcanzar en la
comunicación escrita. Las personas y las cosas, así como las situaciones, se
resisten a ser totalmente atrapadas en la escritura, defienden su misterio, no
son transparentes ni inteligibles per se.
Pero para que la
comunicación escrita advenga en diálogo fecundo, es decir, en una “conversación
escrita”, en el informe clínico se deben observar ciertas condiciones, como las
ya enunciadas. Es por ello que, en su versión final, constituye el punto de
llegada de un camino que fue atravesando etapas sucesivas, en donde la
escritura, desde su versión inicial, se fue tornando en reescritura, ensayo y
transformación.
Referencias
(1)
Las competencias comunicativas constituyen el dominio que el hablante posee
tanto de la lengua como de la situación en la que ocurre el habla. En otras
palabras, conocimientos y saberes referidos a las normas gramaticales y a las
normas y reglas de contenido social, indispensables para alcanzar la
comprensión del sentido de la comunicación.
(2)
En el pensamiento filosófico se denomina posición o espíritu
crítico el no aceptar ninguna afirmación o conclusión como verdaderas
sin analizar ni interrogarse primeramente sobre el valor de éstas, desde el
punto de vista de sus condiciones de producción, su contenido (crítica interna)
o desde el punto de vista de los modelos teóricos en que se apoyan (crítica
externa).
(3)
La concepción de la escritura como interacción de procesos (planificación,
redacción, revisión) que se desencadenan en una situación comunicativa en
contexto de producción, puede encontrarse en Flower y Hyes, 1996.
(4)
Flower y Hyes, ob.cit.
(5) En
semántica intencional, comprender el sentido de un enunciado es interpretar la
intención del hablante. Una parte constitutiva del enunciado es la forma de
influencia denominada fuerza argumentativa: significar significa orientar, el
valor argumentativo de los enunciados radica en la continuidad que se desprende
de ellos, su implicancia en términos de efectos de sentido. Puede consultarse
Ducrot, 1984.
(6)
La teoría de los géneros discursivos del lingüista ruso Mijail Bajtín afirma
que a cada actividad humana, a cada esfera del uso de la lengua, le corresponde
un género discursivo que organiza nuestro discurso. Es por ello que los textos
adquieren características genéricas dadas por su tema o contenido, su
composición o estructura y su estilo, que están determinados socialmente, es
decir, es la misma comunidad científica, en tanto que comunidad discursiva, la
que asigna estos rasgos a los géneros que utiliza para la comunicación entre
sus miembros, que a partir del reconocimiento de las normas de la lengua,
(puesto que forman parte de su competencia comunicativa) constituyen formas
especializadas de intercambio comunicacional. Puede consultarse Bajtín,
1982.
(7) Se
denomina estructura global de un texto al esquema convencional que determina el
orden global de sus partes. Puede consultarse T. Van Dijk, 1983.
(8)
Conferencia pronunciada por el autor ante los miembros de la Sociedad Francesa
de Filosofía.
Bibliografia consultada
A.A.V.V. Taller de Lecto-Escritura,
UNGS, Bs. As., 1998.
Ashby,
R. Proyecto para un cerebro, Ed. Tecnos, Madrid, 1965.
Bajtín,
M. Estética de la creación verbal, Ed. Siglo XXI, México, 1982
Cassany,
D. Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Ed. Paidós,
Barcelona, 2000.
Cassany,
D. La cocina de la escritura. Ed. Anagrama, Barcelona, 1995.
Ducrot,
O. El decir y lo dicho, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1984.
Eco,
U. Lector in Fábula, Ed. Lumen, Barcelona, 1987.
Flower,
L. y Hayes, J. La teoría de la redacción como proceso cognitivo, en
la serie publicada por Lectura y Vida “Textos en contexto”, A.I.A., 1996.
Klopfer,
W. El informe psicológico. Eds. Buenos Aires, Buenos Aires,
1980.
Moyano,
E. Comunicar Ciencia, UNLZ, Buenos Aires, 2000.
Narvaja
de Arnoux, E. y otros. Talleres de Lectura y Escritura. Ed.
Eudeba, Buenos Aires, 1998.
Samaja,
J. Epistemología y Metodología, Ed. Eudeba, Bs. As., 1993.
Schuster,
F. Explicación y predicción, CLACSO, Bs. As., 1982.
Van
Dijk, T. Estructuras y funciones del discurso, Ed. Siglo XXI,
México, 1983.
No hay comentarios:
Publicar un comentario